jueves, 19 de enero de 2012
Deleuze y los Hackers
miércoles, 18 de enero de 2012
Marx y la SOPA
domingo, 15 de enero de 2012
Estética y Política del Habitar (5) Sumisión al lenguaje
La miseria del lenguaje es otra señal de la ruina de nuestra era. Parece que la humanidad busca olvidar que el lenguaje es la fuente de la vida espiritual de la especie. Al igual que el espacio y la naturaleza, el lenguaje es susceptible de violencia.
El lenguaje humano expresa una condición que resume la clave primordial del materialismo: la base material/biológica de la especie posibilita elaboraciones espirituales que generan nuevas formas de vida.
Sabemos que la evolución llevó a que desarrolláramos una estructura anatómica de la laringe, la lengua y los músculos relacionados que nos permiten manejar con propiedad sonidos articulados;podemos pensar que esta capacidad llevó a la aparición del conjunto de nuestro pensamiento abstracto. Como lo subrayó Donald Davidson, todas las lenguas tienen un vocabulario finito básico, manejan conectivas lógicas (no, y, o, si… entonces) que permiten formar oraciones potencialmente infinitas, mientras la introducción de cuantificadores como “algún” y “todos” nos permite expresarnos sobre las entidades del mundo. Esos rasgos están incorporados en nuestro lenguaje diario y tienden a pasar desapercibidos, pero sin ellos no podríamos expresar nuestras creencias, no podríamos predicar propiedades de objetos, ni decir qué entidades pertenecen al mundo.
El lenguaje depende de nuestro cuerpo, pero nos lleva más allá, pues en nuestro lenguaje no solo se encuentra la base de la lógica, la ciencia y la filosofía, también habita la potencia expresiva de nuestro pensamiento reflexivo que nos permite hacer juicios y compartir un mundo común.
Por eso sin lenguaje no hay realidad social humana. Como bien lo ha mostrado John Searle, buena parte de los pensamientos humanos dependen del lenguaje o de símbolos ligados a él exclusivamente, pues buena parte de las instituciones propiamente humanas reflejan hechos dependientes del lenguaje. No hay modos prelingüísticos para referirnos a cuestiones tan diversas como el gobierno, el deporte, la propiedad, la religión, la ciencia o el arte. Solo los humanos tenemos una realidad social institucional posibilitada por el lenguaje.
Nuestra capacidad lingüística incluso parece ir más allá del lenguaje articulado al que se refiere Davidson. Los humanos mostramos una serie de conductas que desbordan la formulación proposicional para expresar la diversidad de acciones propias de las formas de vida humana, entre ellas fabricar un objeto de acuerdo con una descripción, relatar un suceso, establecer hipótesis, hacer operaciones aritméticas, rezar o saludarse. Así “hablar el lenguaje forma parte de una actividad o de una forma de vida”, como lo afirma, aludiendo a los anteriores ejemplos, Wittgenstein en el parágrafo 23 de las Investigaciones filosóficas.
Los humanos somos animales lingüísticos que habitamos el lenguaje. Somos animales racionales, éticos, ceremoniales, metafísicos, lógicos, pero ninguno de los anteriores adjetivos podría formularse sin nuestra condición de habitantes del lenguaje.
En nuestra época dos enfermedades carcomen la riqueza del lenguaje. El primer padecimiento reduce su riqueza a la simple condición de mero instrumento al servicio de intereses particulares. El lenguaje se limita a la comunicación, al planteamiento de expresiones locales que excluyen al resto de los humanos; a cada comunidad un lenguaje, a cada tribu una colección de símbolos. La segunda dolencia lo entiende como un material dúctil que puede ser manipulado y cercenado hasta hacerlo ilegible; el reino de la abreviatura, la vulneración de la gramática, el reemplazo del soneto por el icono. La lengua pasa a ser un mero reflejo de pestañeos instantáneos sin continuidad. Un lenguaje instantáneo, deteriorado, que no busca perdurar.
El deterioro y la exclusión son claves de violencia contra el lenguaje, son prácticas de profanación y blasfemia, pues solo en el lenguaje habita lo sagrado.
No es casual que las mejores anti-utopías del siglo XX trataran sobre regímenes despóticos que violentaban el lenguaje. En 1984 de Orwell las proposiciones verdaderas mutaban en falsas, mientras el rigor de los conceptos era trastocado para que el soberano prevaleciera; el ministerio del amor se encargaba de las torturas, mientras “la guerra es la paz” era un lema oficial del Estado. Las frases articuladas eran reemplazadas por burdas abreviaturas: el “ministerio de la verdad” pasa a llamarse “minverdad” (a propósito ¿sabe usted cuáles son las direcciones electrónicas de los ministerios colombianos?). En Farenheit 451 los organismos de seguridad persiguen a los lectores y queman los libros para que la gente no se distraiga de las pantallas.
Los Regímenes autoritarios amputan las palabras con la censura, los Estados totalitarios manipulan el lenguaje; las sociedades del control de nuestro tiempo violentan el lenguaje de otra manera, aunque permiten el libre fluir de la expresión, banalizan el rigor de la proposición y anulan la fuerza actuante de quien habla. La miseria lingüística es miseria política.
Debemos habitar asumiendo nuestra sumisión al lenguaje para recomponer la vida humana que posibilita. En Farenheit 451 los militantes de la resistencia abandonaron sus nombres para llamarse como los libros que memorizaron; una táctica extrema pero necesaria para resguardar el saber milenario. En 1942 Sophie Scholl fue asesinada por los nazis por escribir en unas octavillas una proposición verdadera: "Hitler es un asesino de masas".
Toda forma de resistencia es una manera de habitar el lenguaje.
miércoles, 4 de enero de 2012
Estética y Política del Habitar (4) Cincelar el espacio, enfrentar a los vándalos
Habitar, un término que remite a ocupar un espacio, a forjar hábitos, a establecer relaciones con los humanos y la naturaleza, a procurar generar lo perdurable. Es preciso mantener el verbo en infinitivo pues es una acción que se pretende permanente.
Habitar un espacio implica fundirse con él, trabajarlo, darle forma; la negación del Habitar es la violencia contra el espacio. Violentar el espacio es pretender evitarlo, también es generar espacios-basura, residuos inútiles que vulneran la naturaleza. Se olvida a menudo que la selección natural no solo modifica los organismos vivos, también cincela el espacio: un animal devora un fruto silvestre para dejar la semilla en otro lugar donde nacerá una nueva planta; los pájaros, las abejas, el viento y el agua actúan como polinizadores naturales que expanden los alimentos y modifican los territorios. Algunas plantas lograron que sus semillas se hicieran resistentes a los jugos gástricos de los animales para expandirse genéticamente aunque fueran digeridas. La selección natural también implica la evolución del espacio, darle forma, esculpirlo; la evolución genera un proceso que biólogos evolucionistas como Richard Dawkins denominan arquitectura ascendente, aquella que permite construir la vida misma y los organismos, mediante un autoensamblado donde no hay ni arquitecto, ni líder, ni coreógrafo, más bien hay organismos que obedecen reglas locales para autoensamblarse y a su vez darle forma al espacio.
Los humanos, gracias a la selección artificial, también cincelan el espacio. Viajan para poblar el planeta, recogen frutos que luego serán semillas en otros lugares, siembran plantas seleccionando las mejores simientes, domestican animales (aunque Richard Dawkins tiene la interesante hipótesis de que los perros se domesticaron por su propia iniciativa) e incluso los cruzan para hacerlos más fuertes, usan los bienes de la naturaleza para forjar su vivienda y su transporte. Ese proceso está lejos de la armonía pues la evolución no es equilibrada, está más cercana al caos que al equilibrio. El punto crucial radica en que Habitar implica establecer relaciones con el entorno, mientras la violencia contra el espacio busca dominar el entorno; esa es la renuncia a Habitar.
La acumulación ampliada de capital se configura como violencia sistemática contra el espacio. La naturaleza se comprende como objeto a dominar y no como un complejo de criaturas con las que entablamos relaciones (de ello advierten Adorno y Horkheimer en la Dialéctica de la Ilustración). Los bienes de la naturaleza pasan a ser recursos, los valores de uso pasan a ser valores de cambio. La acumulación de capital inutiliza el espacio vivo que forjaron durante millones de años los organismos vivos anteriores a los humanos y que por milenios perfilaron los indígenas y campesinos del planeta.
Valgan algunos ejemplos: el monocultivo de palma de aceite en Malasia está agotando la tierra cultivable del país, mientras en Indonesia genera quemas que aumentan las emisiones de dióxido de carbono que contribuyen al cambio climático. La minería a cielo abierto que avanza en América Latina retira la capa vegetal de territorios extensos, remueve toneladas de tierra y agrega mercurio y cianuro al agua para obtener unos cuantos gramos de oro, plata o cobre.
Así la tipología del Habitar de Benjamin y Brecht se altera profundamente. La cuestión no radica en que las pautas dominantes del habitar generen que el mundo deje de ser habitable. Más bien se abandona la pretensión misma de Habitar. Podemos pensar que el Habitar como huésped, el de aquel que no asume responsabilidades, vence al habitar co-pautante, pero es más correcto sostener que el huésped le ha abierto paso al inversionista y al turista. El inversionista, aquel individuo que ocupa territorios como quien exprime el jugo de una naranja para dejar un flaco residuo de humanos y bienes naturales. El turista va de paso consumiendo espacio y comprando la experiencia de transitar casualmente por los territorios ajenos tratando como souvenirs los objetos sagrados de las culturas nativas. Ambos son personajes que profanan y violentan el espacio, son la negación del Habitar.
Benjamin y Brecht nos hablan de los vándalos que destruyen y consumen habitando, pero es preciso ser más radicales: los vándalos no habitan, los vándalos consumen, profanan, inutilizan, destruyen, pero son incapaces de Habitar.
La política del Habitar implica muchos retos. Ocupar los territorios, re-ocupar los espacios violentados, relacionarse con el entorno, enfrentar a los vándalos y cincelar el espacio. La política del Habitar es practicada por millones de hombres y mujeres alrededor del mundo, campesinos, campesinas, indígenas y afro en su mayoría. Nosotros, solo le damos un nombre (más) a esa praxis colectiva.
martes, 3 de enero de 2012
Estética y Política del Habitar (3) Giorgio Colli, Violencia contra el espacio
Estética y Política del Habitar (2). Kraus y Wittgenstein: respeto por la naturaleza, sumisión al lenguaje.
“La visión apocalíptica del mundo es, rigurosamente hablando, aquella según la cual las cosas no se repiten. No resulta insensato creer, por ejemplo, que la época científica y técnica sea el principio del fin de la humanidad; que la idea del gran progreso sea una ilusión que nos ciega, al igual que la idea del conocimiento completo de la verdad; que en el conocimiento científico no hay nada de bueno ni de deseable y que la humanidad que se esfuerza por alcanzarlo se precipita en una trampa. No es para nada claro que lo anterior no sea cierto”.
(Valga anotar que por la misma época el filósofo Franz Rosenzweig proclamaba con tonos de denuncia, que la guerra mundial podía leerse como el cumplimiento de la dialéctica de la Historia universal y no como su desviación. Leer a Hegel al pie de la letra implica asumir que la devastación bélica es resultado de la recta marcha metafísica de la Historia como Progreso; de ahí que nos planteara la necesidad de un Nuevo Pensamiento (Neues Denken) que sustraído de la Razón Histórica pueda juzgar la catástrofe desde el Yo individual. Aunque se olvide, la crítica heideggeriana a la técnica como realización de la metafísica ya había sido adelantada por las reflexiones de los judíos Kraus y Rosenzweig).
Para Kraus el Progreso es un proceso autónomo y ciego, que se desarrolla al margen de la humanidad y en contra de ella. El progreso refleja violencia contra la naturaleza y contra la humanidad, violencia que solo es comparable con el daño cotidiano infligido contra el lenguaje. Concebir al lenguaje como simple instrumento adaptable a las necesidades del hablante es síntoma de decadencia; el lenguaje debería comprenderse como un amo digno de respeto, no como un instrumento dúctil a los intereses particulares. Es preciso entonces asumir una nueva actitud: el respeto a la naturaleza y la sumisión al lenguaje.
Wittgenstein y Kraus. Respeto por la naturaleza, sumisión al lenguaje, crítica del Progreso y rechazo a la violencia de la técnica. Ambos asumen la grandeza de permanecer en su lugar evitando las falsas promesas del movimiento que conduce a la catástrofe. Esa permanencia no implica el sedentarismo y la quietud, bien sabemos que Wittgenstein era un emigrado en movimiento constante; la permanencia radica en habitar la naturaleza y habitar el lenguaje.
lunes, 2 de enero de 2012
Estética y Política del Habitar (1) Tipología del Habitar de Benjamin y Brecht
En una conversación fechada el 8 de junio de 1931, Walter Benjamin y Bertolt Brecht bosquejaron una tipología del Habitar. Para nuestra fortuna se conserva un resumen de puño y letra del propio Brecht:
“Damos dos representaciones del habitar:
1) el habitar co-pautante que lleva a que el entorno forme «figuras» con el que habita.
(actor, hábitos de actuación)
2) el habitar como huésped, no se asumen responsabilidades por la silla; «sirve» para sentarse, no se fusiona, invita + desinvita.
habitualmente ambas representaciones están unidas en un solo individuo
*
Otras dos representaciones reunidas
3) el habitar que le [da] el máximo [de hábitos] al que habita. (hábitos forzosos).
4) el modo de habitar que le da el mínimo de hábitos al que habita,
*
Delimitación de los dos campos (depuración)
1) no hay una relación de propiedad acentuada
3) relación de propiedad acentuada (lo que se imaginan las dueñas de habitaciones amuebladas para alquilar).
2) habitar como huésped: la dietética de los hábitos breves
4) el vivir (de los vándalos) el habitar destructor, el consumir habitando”.
Erdmut Wizisla, director del archivo Bertolt Brecht y del archivo Walter Benjamin, afirma: “Lo que une aquí a Benjamin y Brecht es el interés por hábitos y modos de comportamiento de la gente que son sociales y se pueden captar en la práctica”. (“Benjamin y Brecht. Historia de una amistad”, p 84).