lunes, 8 de octubre de 2012

El liberalismo y las analogías. Otra mirada al triunfo de Chávez



¿Cuántas elecciones ha ganado Chávez? No lo tengo claro, pero sé que el número ronda la decena. Ayer, domingo 7 de octubre, ganó nuevamente. No es difícil predecir las reacciones: la izquierda rebosa de alegría y la derecha se resigna.

Pero resulta que hoy no son interesantes ni los ganadores ni los perdedores. Lo interesante es la opinión liberal, aquella que no hizo campaña frontal por Capriles, aquella que incluso resalta los logros sociales de Chávez, pero que censura que el mandatario ganara una nueva contienda. Es la posición de la justa medida, del “nada en exceso”. Una buena partidaria de esta posición diría algo así:

-Es importante que Chávez sea presidente, ha hecho cosas buenas por los pobres, pero ¿atornillarse en el poder? Eso es un tipo de dictadura.

Esta posición tiende a partirse en dos, por un lado están quienes apoyan a Chávez pero quieren que pierda, por extraño que suene. Como afirma Óscar Guardiola:

“Parte de mí preferiría que Chávez perdiese las elecciones. Ello confirmaría que la democracia y el socialismo son compatibles, permitiría ver qué puede hacer la oposición en el poder y al proceso revolucionario mantener la salud con o sin Chávez”[1].

Los segundos son más interesantes. Sus ataques no se dirigen al presidente re-electo, el genuino objetivo de sus invectivas es la izquierda colombiana. Una partidaria de esta posición (me encantaría citar a una sola persona, pero son varias) dice algo así:

-No entiendo a quienes se opusieron a las reelecciones de Uribe y ahora celebran la victoria de Chávez. Parece que aborrecen los excesos de la derecha pero celebran los excesos de la izquierda: ¡Hipócritas!  

En apariencia su argumento es contundente. Pero considero que hay cuatro razones para no aceptar esa posición.

En primer lugar, la tesis de la sustracción. Quienes nos enfrentamos a la reelección en Colombia hace unos años no nos opusimos a la figura de la reelección en abstracto, como figura constitucional. Más bien quisimos evitar la relección de Uribe, así, con nombre propio. Asumir que la política depende de las formas sin mirar su contenido, desemboca en su vaciamiento. Aquí recuerdo la tesis de la “política de la sustracción” de Alain Badiou, donde una pequeña diferencia modifica todo un conjunto. Un buen liberal afirma: “Chávez y Uribe son iguales, ambos buscan permanecer en el poder, ambos controlan el Estado, ambos desconocen a la oposición”. Entonces el socialista pregunta ¿Cuál es la diferencia entre ambos? Y la respuesta es obvia: Que uno es de extrema derecha y el otro es un socialista. He aquí el impasse del liberal, la pequeña diferencia entre ambos es una diferencia abismal. La política no se reduce a procedimientos.

En segundo lugar la tesis de la transición. Una persona democrática no ve con buenos ojos que un solo individuo gobierne por veinte años sin alternación. Pero, parafraseando a Hilary Putnam, “la política no está en las cabezas”. La política no se vive en un mundo ideal donde la acción se rige por normas universales. Solo dos tipos de individuos pueden guiar sus acciones ceñidos a normas abstractas universales: los santos y los que no actúan. De eso se trata la conocida crítica de Hegel al alma bella kantiana. Quien no actúa puede sentirse cómodo censurando las acciones ajenas, pero quien actúa debe asumir decisiones que en muchos casos son dolorosas. Creo que era el jurista Manuel Atienza quien hablaba de los casos trágicos, aquellos donde cualquier decisión implica consecuencias que contravienen nuestra moralidad; en esos casos no hay opción, debe asumirse que la decisión a tomar tendrá alguna repercusión indeseada. En los tiempos de transición política es habitual que quienes actúen se vean sometidos a estas situaciones. Si hasta ahora el PSUV no tiene un líder de las calidades del presidente, ¿Qué hacer?

Entre el candidato socialista que se aferra al poder y el candidato de los ricos de Venezuela ¿cuál es la mejor opción? Un buen liberal puede responder dos cosas. Puede decir que prefiere a Capriles y así la discusión queda zanjada. También puede decir que prefiere una tercera alternativa, ni Capriles, ni Chávez, alguien que tenga algo de socialista pero respete el liberalismo político. Ese personaje hay que buscarlo en los manuales de zoología fantástica de Borges, porque en la vida real no existe. 

La tercera es la profundización de la democracia. Quienes critican a Chávez por “dictador” analizan con ligereza las instituciones venezolanas. Olvidan que el sistema electoral venezolano es profundamente transparente. El voto electrónico está tan bien diseñado que la oposición bien sabe que es muy difícil hacer fraude hoy día. La constitución venezolana incluye puntos democráticos que en regímenes liberales son impensables. Toda reforma constitucional, por ejemplo, debe ser aprobada por consulta popular. Y claro, debe recordarse que  Chávez es el único presidente de la región que se ha sometido a un referendo revocatorio.

Es muy extraño el totalitarismo chavista: no se puede hacer fraude en las elecciones, las reformas de la constitución se hacen con participación popular y el presidente puede ser revocado. Los liberales no han reparado en que la constitución venezolana implica una profundización de la democracia. Quienes tildan de antidemocrático a Chávez asumen que la democracia liberal es el único tipo de régimen a defender.

La cuarta tesis es el apoyo ponderado. Quienes hoy celebramos la victoria de Chávez no tenemos porqué compartir todas sus políticas o todas sus decisiones. Yo mismo no comparto la retirada de Venezuela del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, ni sus alianzas con Putin y los Chinos, e incluso creo que aún falta mucho en materia de productividad y redistribución de la riqueza. Pero apoyar a Chávez es apoyar el retorno de la esperanza para los pobres en América Latina.  Con Chávez los pobres dejaron de aparecer como los personajes de las telenovelas de Venevisión cuya redención consistía en casarse con un rico. 

Con Chávez los pobres reclaman su lugar en la historia.                     

Apostilla: Aunque Hannah Arendt fuese una gigante, hay mucho de tramposo en su libro Los orígenes del totalitarismo. En las dos primeras partes de ese trabajo se ocupa de una genealogía del antisemitismo y el imperialismo que explica bien los orígenes del fascismo y el nazismo. Pero cuando llega a la tercera parte, Arendt procede por analogía; empieza a mirar en qué se parecen Hitler y Stalin para compararlos. El nazismo se explica por sí solo, pero el estalinismo se explica por comparación. Una buena liberal tiende a apoyarse en analogías para defender sus posiciones, pero esa estrategia tiende a ser muy débil.


El caso de Jacques Rancière es mucho más triste. Hace unos días declaró: “cuando veo que Hugo Chávez quiere ser presidente por tercera vez, me digo que está lejos de ser un demócrata. Un demócrata es aquel que crea las condiciones para que alguien lo suceda cuanto antes. Para que no haya precisamente necesidad de un jefe, de una encarnación suprema de la nación”[2]. Es triste porque su libro El desacuerdo apunta a pensar la política de los políticos por encima de la política de los filósofos. Es terrible la posición de un antiplatónico que se asuma como rey filósofo.   
  
Alejandro Mantilla Q.
8 de octubre de 2012
   





[1]La cuestión Chávez”, El Espectador, 25 de septiembre de 2012.

2 comentarios:

  1. ¡Qué buen análisis! Muchas gracias por compartir tu discurso Alejandro.

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  2. Aunque su reflexión no deja de resultárme maniqueísta respecto a las posturas liberales, estoy de acuerdo en que los regímenes nunca son los mismos aún estando en las mismas orillas ideológicas, muchísimo menos cuando no lo están. Pero no me resulta claro cómo apoyar a Chávez es apoyar la esperanza para los pobres? yo no creo que pasar de ser un cliché a ser un caballito de batalla discursivo sea cambiar la condición de pobreza de una nación y tampoco creo que el problema de la pobreza se reduzca a la manera en como se definen o la percepción que generen como pobres, siendo así, la situación no ha cambiado respecto al ejemplo que usted mismo expone ,ya que su redención si puede ser casarse con un rico, Chávez en este caso, el administrador de las mayores reservas petrolíferas del mundo. Así que ¿cuál es el lugar que los pobres reclaman en la historia?

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