sábado, 10 de noviembre de 2012

¿Cómo empieza la literatura europea? Con una pelea


¿Sabéis cómo empieza la literatura europea? -preguntaba tras haber pasado lista el primer día de clase-.  Con una riña. Toda la literatura europea surge de una pelea —y entonces tomaba su ejemplar de la Ilíada y leía a la clase las primeras frases—: "Canta, diosa, del peleida Aquiles la aciaga cólera, desde que una querella hubo de desunir a Agamenón, rey de los hombres, y al divino Aquiles". ¿Y por qué se pelean estos dos violentos y poderosos personajes? Es algo tan básico como un altercado en un bar. Se pelean por una mujer, una muchacha en realidad. Una chica robada a su padre, raptada durante una guerra...


Una pelea, pues, una brutal pelea por una joven, por su cuerpo juvenil y las delicias de la rapacidad sexual: ahí, para bien o para mal, en esta ofensa contra el derecho fálico, la dignidad fálica, de un enérgico príncipe guerrero, comienza la gran literatura imaginativa de Europa...

Philip Roth
La mancha humana

martes, 6 de noviembre de 2012

Obama y Ordoñez, dos elecciones, tres lecciones


Cada cuatro años, en plena campaña electoral gringa, una firma encuestadora se dedica a hacer la pregunta usual: ¿por quién votaría usted para la presidencia de Estados Unidos?  Lo peculiar de la pregunta no es su contenido, sino su contexto, pues esta firma no interroga a los ciudadanos estadounidenses, sino a los habitantes de otras latitudes. La encuestadora se dedica a preguntar por las preferencias electorales de quienes no pueden votar en dichas elecciones. La expansión de las redes sociales ha permitido algo similar. En las últimas semanas los ciudadanos de todo el mundo han mostrado sus preferencias electorales, aunque la mayoría de las opiniones no cuente para nada, pues no las emiten votantes efectivos sino meros simpatizantes entusiastas. 

Un rasgo curioso de esas opiniones entusiastas pero inútiles lo encontramos en la división de los activistas de izquierda. Los más cercanos al centro liberal no dudan en calificar a Obama como un hombre progresista que promueve políticas que bien merecen su defensa, entre ellas, la despenalización del aborto, la igualdad de derechos para las parejas del mismo sexo, la promoción de la equidad en salud, la lucha contra el cambio climático y una política intervencionista para paliar los efectos de la crisis económica. Los partidarios de la izquierda radical tienen una actitud bien diferente, pues consideran que las diferencias entre Romney y Obama no son decisivas, afirman que la política exterior de ambos conserva los viejos tintes imperialistas y que el manejo macroeconómico sigue beneficiando a las grandes empresas estadounidenses, como lo ha evidenciado el salvavidas arrojado a los grandes bancos y el apoyo a General Motors y Chrysler. 

¿Cuál debe ser la actitud del izquierdista radical? Una respuesta desestabilizadora fue formulada por Slavoj Žižek. Para él, la izquierda debía tomarse en serio a los extremistas de derecha por encima de los demócratas liberales: “A pesar de que, por supuesto, en cuanto al contenido de la mayoría de los temas debatidos, un izquierdista radical debe apoyar la posición liberal (a favor del aborto, contra el racismo y la homofobia, etc.) jamás hay que olvidar que el populista fundamentalista, y no el liberal, es a largo plazo nuestro aliado”[1]

Precisamente, lo que la izquierda radical debe evitar es la reducción a uno de los dos polos de las exigencias de los movimientos progresistas, el reto consiste en imaginar las posibilidades concretas de vinculación de tales demandas. 

Lo anterior cobra sentido por dos razones: 

En primer lugar, los votantes afectos a la ultraderecha tienden a pensar como los viejos militantes de izquierda radical. Curiosamente, hoy los populistas de derecha tienden a preservar la vieja noción de antagonismo abandonada por la izquierda liberal. Mientras el grueso de la socialdemocracia europea y los Demócratas estadounidenses tienden a basar sus programas en temas como la lucha ambiental, antirracista y antisexista, la derecha conservadora, insiste (¡oh sorpresa!) en el escenario de la lucha de clases. Para Žižek, la mayoría de los electores afectos a la ultraderecha contemporánea son obreros y trabajadores pobres que rechazan las políticas liberales de la diferencia, y quienes leen las consignas feministas y antirracistas no solo como una amenaza inmoral a su modo de vida, también como consignas que no les pertenecen. (Expuse las tesis de Žižek con mayor detenimiento en mi escrito "La revolución en los tiempos de la tolerancia", de donde tomo algunos apartes http://www.rebelion.org/docs/76511.pdf). 

En segundo lugar, si los debates políticos contemporáneos se centran en temas como la inmigración, las parejas gay o el calentamiento global, esto se explica gracias a dos fenómenos: el desplazamiento de lo económico a un saber técnico-objetivo y la “naturalización” de los debates políticos. En los debates públicos se habla cada vez más de temas “naturales” como el medio ambiente o los orígenes étnico/nacionales de los individuos, y menos de los temas ligados a la política económica. Por eso las diferencias entre Romney y Obama son diferencias pospolíticas, pues dejan de lado la discusión sobre los puntos nodales que en nuestro tiempo definen lo político: las dinámicas puntuales de la acumulación de capital. 

La tesis de Žižek es atractiva, pero débil, pues tiende a entrar en contradicción. Aunque afirme que la izquierda radical debe evitar la reducción a uno de los dos polos de las exigencias de los movimientos progresistas, de facto le da mayor peso al polo económico. En segundo lugar, el debate Obama-Romney sí marcó distancia en los temas económicos, así que su tesis ya no es tan pertinente. En tercer lugar, si algo nos ha mostrado la ecología política, es que la discusión sobre el medio ambiente y el cambio climático no se puede desligar del examen de las actividades de las grandes empresas capitalistas.   

Por último, lo más importante. La posición del esloveno nos llevaría a tomar decisiones contraintuitivas. Un buen ejemplo es el procurador Alejandro Ordoñez, reconocido misógino, homofóbico y tradicionalista. Hace un par de semanas Ordoñez se solidarizó con la huelga de los trabajadores de Asonal judicial y en otras ocasiones ha protegido los intereses de sindicalistas y los derechos de los trabajadores. Pareciera que Ordoñez es el típico fundamentalista que se preocupa por las clases trabajadoras y que rechaza los excesos liberales en nombre del tradicionalismo popular. ¿Debemos ver a Ordoñez como nuestro aliado a largo plazo? CLARO QUE NO...

Me parece que la reelección de Obama y la probable reelección de Ordoñez como Procurador nos exigen repensar los términos del debate político, pues las imaginaciones de la política lacaniana del acontecimiento no nos llevarán a buen puerto. Al respecto quiero sugerir tres puntos.

En primer lugar, quiero destacar la noción de "campo de incompatibilidad", introducida por el filósofo británico Peter Strawson. Cuando utilizamos un determinado predicado trazamos un límite para dar a entender que un objeto se encuentra de este lado de la línea divisoria y no del otro, ya que con la predicación clasificamos-comparamos y distinguimos un objeto. Por lo anterior, Strawson afirma que la determinación de una predicación no consiste en que el predicado sea diferente de todos los otros predicados, sino que mediante el predicado el objeto se diferencie de otros en un campo determinado. Strawson llama a lo anterior campo de incompatibilidad pues si yo digo: “esto es rojo”, eso implica que no es amarillo, ni gris, pues estos predicados entran en el mismo campo de incompatibilidad; si digo “esto es rojo”, el predicado rojo no entra en el mismo campo de incompatibilidad del predicado, “duro”, “anguloso”, o “áspero”. 

Aunque técnicamente la analogía no funcione plenamente, esta noción me parece clave para pensar la política, pues las oposiciones antagónicas cobran sentido en campos de incompatibilidad concretos. Puedo apoyar a Obama frente a la despenalización del aborto, pero oponerme a él en materia de política exterior, así como puedo coincidir con Ordoñez en el paro judicial pero oponerme en todos los demás campos de incompatibilidad. Asumir que nos adherimos a las figuras políticas en bloque, sin detenernos en cada campo de incompatibilidad, puede llevarnos a perder reflexividad y prudencia. 

En segundo lugar, merece la pena retomar la noción gramsciana de Hegemonía. La clave de la victoria de Obama u Ordoñez no radica solamente en las decisiones que puedan tomar, sino en las ideas y valores que representan. La victoria de Obama es un respiro para quienes temían el retorno de esa inestable suma de fanatismos que agrupa a los libertarianos neoliberales frenéticos, a los pastores evangélicos y los integrantes del Tea Party. Este es un punto para los liberales adictos a Obama. 

La tercera lección es la "apelación al contexto". Aunque la izquierda liberal colombiana o latinoamericana pueda celebrar la victoria de Obama por los valores progresistas que defiende, lo cierto es que el contexto en el que vivimos no nos permite mayor satisfacción, pues tales valores progresistas solo beneficiarán a la población estadounidense. Podrá legalizarse el matrimonio gay y despenalizarse el aborto, e incluso podrá mejorarse la cobertura en salud, pero al mismo tiempo se aplicará con rigor el TLC, y se expandirán las bases militares en América Latina. Un bombardeo efectuado por un avión no tripulado manejado por un operario gay con un buen seguro de salud, sigue siendo un bombardeo. Este es un punto para los radicales de izquierda que critican a Obama. 

La gran dificultad que vive la izquierda contemporánea radica en cómo conjugar las demandas por redistribución económica con las demandas por reconocimiento moral, como bien lo ha planteado Nancy Fraser. No obstante, a esas demandas deben sumarse dos: la apuesta política por la soberanía de los pueblos y la defensa del ambiente. Aunque el programa de la izquierda deba contener los cuatro tipos de demandas, ellas solo cobran solidez en campos de incompatibilidad precisos y contextos determinados; es allí donde se juegan tanto el antagonismo como la acción efectiva. 



[1] Žižek, Slavoj, La suspensión política de la ética, Buenos Aires, Ed. FCE, 2005, p 77.



martes, 23 de octubre de 2012

La sociedad del Photoshop. Apunte sobre Pacific Rubiales


En su ensayo La fotografía, escrito a finales de los años 20 del siglo pasado, Siegfried Kracauer relata un episodio que bien resume los contornos de nuestra época: “Un hombre retratado por Trübner le pidió al artista que no olvidara las arrugas y pliegues de su rostro. Trübner señaló hacia la ventana y dijo: Allí vive un fotógrafo. Si desea tener arrugas y pliegues dígale que venga; él se los podrá dibujar; yo pinto historia”.

Para Kracauer la fotografía riñe con la historia, pues la genuina historicidad requiere superar la superficialidad que entrega la imagen fotográfica. De ahí que señale: “en la obra de arte el significado del objeto se convierte en un fenómeno espacial, mientras que en la fotografía el fenómeno espacial de un objeto es su significado”.

A mi juicio, Kracauer apuntaba a afirmar que la obra de arte podía condensar en el espacio todo el significado de una época, mientras la fotografía es un reflejo efímero de  significado histórico. La superficialidad de la fotografía entraña el peligro de reducir la reflexividad sobre el sentido de la historia al resumen instantáneo que congela los procesos históricos. La obra de arte da que pensar, la fotografía nos ahorra ese trabajo diciéndonos qué debemos pensar. La obra de arte revela la historia, la fotografía la desplaza. Lo anterior se puede ejemplificar con el contraste entre el Guernica de Picasso y la famosa foto del Che Guevara tomada por Korda; el cuadro es un testimonio reflexivo de la masacre, mientras la foto bien puede anular la significatividad del héroe representado que puede pasar a convertirse en un icono vaciado.

A pesar de su lucidez, en nuestra época Kracauer se queda corto. El relato aludido se puede reescribir hoy de otra manera. Hoy es más adecuado decir: “Un hombre retratado por un fotógrafo famoso le pidió al artista que borrara las arrugas y pliegues de su rostro. El fotógrafo señaló hacia la ventana y dijo: Allí vive un publicista. Si desea borrar sus arrugas y pliegues dígale que venga; él los podrá borrar con su computador; yo retrato su rostro tal cual es”.

Si la fotografía convierte la historia en una sucesión de imágenes superficiales, en nuestra época se hace habitual la manipulación de esa superficialidad. Aunque las imágenes fotográficas sean superficiales aún pueden entregarnos algo de veracidad. En nuestra época se evidencia la sucesión de imágenes vacías sobre las que no podemos estar seguros si son veraces o manipuladas. Nuestra época se dedica a horadar las ruinas. Ya no basta con pretender raptar el sentido de la historia, también se rapta la veracidad de los hechos inmediatos. 

No basta decir que vivimos en la sociedad de la imagen. Es preciso anotar que hoy no podemos saber con propiedad qué imágenes son veraces y qué imágenes son falsas. 

***

El caso de Pacific Rubiales es una buena muestra de la ruina de nuestra época. Tenemos evidencias para mostrar que es una compañía que despoja territorios, que atenta contra los trabajadores, que saquea los recursos naturales de la nación. Pero a pesar de los hechos, ante la opinión la empresa aparece como defensora del país: el jugador n.° 12 de la selección Colombia, el agente del progreso en las regiones, la empresa benefactora de los pobres, el ángel guardián de los indígenas. Para lograrlo ha invertido millonarios recursos en comprar periodistas y medios de información que aceptan unas cuantas monedas para mentirle al país de la manera más descarada. 



El caso del columnista Daniel Pardo, retirado de un medio digital por criticar a Pacific y señalar la campaña de mentiras impulsada por la compañía, nos deja al menos tres lecciones. En primer lugar, que la primera tarea de quienes buscamos una sociedad más justa consiste en señalar los hechos que las imágenes manipuladas se empeñan en negar o en ocultar. En segundo lugar, que no basta con señalar los hechos, es necesario saber que decir la verdad no basta en una sociedad donde la información es abiertamente manipulada. Por eso es necesario impulsar una batalla por la verdad en medio de la inmensa ofensiva de la mentira. En tercer lugar, que es necesario desconfiar de las posiciones que defienden la "construcción contingente de la realidad", pues de manera soterrada respaldan la manipulación de los hechos. 

Defender hoy la objetividad es una tarea ética fundamental. Los trabajadores que se enfrentan a los desmanes de Pacific Rubiales no luchan únicamente por mejores condiciones de trabajo, luchan también por el derecho a la verdad, en una sociedad marcada por el dominio de la mentira.    



   

lunes, 8 de octubre de 2012

El liberalismo y las analogías. Otra mirada al triunfo de Chávez



¿Cuántas elecciones ha ganado Chávez? No lo tengo claro, pero sé que el número ronda la decena. Ayer, domingo 7 de octubre, ganó nuevamente. No es difícil predecir las reacciones: la izquierda rebosa de alegría y la derecha se resigna.

Pero resulta que hoy no son interesantes ni los ganadores ni los perdedores. Lo interesante es la opinión liberal, aquella que no hizo campaña frontal por Capriles, aquella que incluso resalta los logros sociales de Chávez, pero que censura que el mandatario ganara una nueva contienda. Es la posición de la justa medida, del “nada en exceso”. Una buena partidaria de esta posición diría algo así:

-Es importante que Chávez sea presidente, ha hecho cosas buenas por los pobres, pero ¿atornillarse en el poder? Eso es un tipo de dictadura.

Esta posición tiende a partirse en dos, por un lado están quienes apoyan a Chávez pero quieren que pierda, por extraño que suene. Como afirma Óscar Guardiola:

“Parte de mí preferiría que Chávez perdiese las elecciones. Ello confirmaría que la democracia y el socialismo son compatibles, permitiría ver qué puede hacer la oposición en el poder y al proceso revolucionario mantener la salud con o sin Chávez”[1].

Los segundos son más interesantes. Sus ataques no se dirigen al presidente re-electo, el genuino objetivo de sus invectivas es la izquierda colombiana. Una partidaria de esta posición (me encantaría citar a una sola persona, pero son varias) dice algo así:

-No entiendo a quienes se opusieron a las reelecciones de Uribe y ahora celebran la victoria de Chávez. Parece que aborrecen los excesos de la derecha pero celebran los excesos de la izquierda: ¡Hipócritas!  

En apariencia su argumento es contundente. Pero considero que hay cuatro razones para no aceptar esa posición.

En primer lugar, la tesis de la sustracción. Quienes nos enfrentamos a la reelección en Colombia hace unos años no nos opusimos a la figura de la reelección en abstracto, como figura constitucional. Más bien quisimos evitar la relección de Uribe, así, con nombre propio. Asumir que la política depende de las formas sin mirar su contenido, desemboca en su vaciamiento. Aquí recuerdo la tesis de la “política de la sustracción” de Alain Badiou, donde una pequeña diferencia modifica todo un conjunto. Un buen liberal afirma: “Chávez y Uribe son iguales, ambos buscan permanecer en el poder, ambos controlan el Estado, ambos desconocen a la oposición”. Entonces el socialista pregunta ¿Cuál es la diferencia entre ambos? Y la respuesta es obvia: Que uno es de extrema derecha y el otro es un socialista. He aquí el impasse del liberal, la pequeña diferencia entre ambos es una diferencia abismal. La política no se reduce a procedimientos.

En segundo lugar la tesis de la transición. Una persona democrática no ve con buenos ojos que un solo individuo gobierne por veinte años sin alternación. Pero, parafraseando a Hilary Putnam, “la política no está en las cabezas”. La política no se vive en un mundo ideal donde la acción se rige por normas universales. Solo dos tipos de individuos pueden guiar sus acciones ceñidos a normas abstractas universales: los santos y los que no actúan. De eso se trata la conocida crítica de Hegel al alma bella kantiana. Quien no actúa puede sentirse cómodo censurando las acciones ajenas, pero quien actúa debe asumir decisiones que en muchos casos son dolorosas. Creo que era el jurista Manuel Atienza quien hablaba de los casos trágicos, aquellos donde cualquier decisión implica consecuencias que contravienen nuestra moralidad; en esos casos no hay opción, debe asumirse que la decisión a tomar tendrá alguna repercusión indeseada. En los tiempos de transición política es habitual que quienes actúen se vean sometidos a estas situaciones. Si hasta ahora el PSUV no tiene un líder de las calidades del presidente, ¿Qué hacer?

Entre el candidato socialista que se aferra al poder y el candidato de los ricos de Venezuela ¿cuál es la mejor opción? Un buen liberal puede responder dos cosas. Puede decir que prefiere a Capriles y así la discusión queda zanjada. También puede decir que prefiere una tercera alternativa, ni Capriles, ni Chávez, alguien que tenga algo de socialista pero respete el liberalismo político. Ese personaje hay que buscarlo en los manuales de zoología fantástica de Borges, porque en la vida real no existe. 

La tercera es la profundización de la democracia. Quienes critican a Chávez por “dictador” analizan con ligereza las instituciones venezolanas. Olvidan que el sistema electoral venezolano es profundamente transparente. El voto electrónico está tan bien diseñado que la oposición bien sabe que es muy difícil hacer fraude hoy día. La constitución venezolana incluye puntos democráticos que en regímenes liberales son impensables. Toda reforma constitucional, por ejemplo, debe ser aprobada por consulta popular. Y claro, debe recordarse que  Chávez es el único presidente de la región que se ha sometido a un referendo revocatorio.

Es muy extraño el totalitarismo chavista: no se puede hacer fraude en las elecciones, las reformas de la constitución se hacen con participación popular y el presidente puede ser revocado. Los liberales no han reparado en que la constitución venezolana implica una profundización de la democracia. Quienes tildan de antidemocrático a Chávez asumen que la democracia liberal es el único tipo de régimen a defender.

La cuarta tesis es el apoyo ponderado. Quienes hoy celebramos la victoria de Chávez no tenemos porqué compartir todas sus políticas o todas sus decisiones. Yo mismo no comparto la retirada de Venezuela del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, ni sus alianzas con Putin y los Chinos, e incluso creo que aún falta mucho en materia de productividad y redistribución de la riqueza. Pero apoyar a Chávez es apoyar el retorno de la esperanza para los pobres en América Latina.  Con Chávez los pobres dejaron de aparecer como los personajes de las telenovelas de Venevisión cuya redención consistía en casarse con un rico. 

Con Chávez los pobres reclaman su lugar en la historia.                     

Apostilla: Aunque Hannah Arendt fuese una gigante, hay mucho de tramposo en su libro Los orígenes del totalitarismo. En las dos primeras partes de ese trabajo se ocupa de una genealogía del antisemitismo y el imperialismo que explica bien los orígenes del fascismo y el nazismo. Pero cuando llega a la tercera parte, Arendt procede por analogía; empieza a mirar en qué se parecen Hitler y Stalin para compararlos. El nazismo se explica por sí solo, pero el estalinismo se explica por comparación. Una buena liberal tiende a apoyarse en analogías para defender sus posiciones, pero esa estrategia tiende a ser muy débil.


El caso de Jacques Rancière es mucho más triste. Hace unos días declaró: “cuando veo que Hugo Chávez quiere ser presidente por tercera vez, me digo que está lejos de ser un demócrata. Un demócrata es aquel que crea las condiciones para que alguien lo suceda cuanto antes. Para que no haya precisamente necesidad de un jefe, de una encarnación suprema de la nación”[2]. Es triste porque su libro El desacuerdo apunta a pensar la política de los políticos por encima de la política de los filósofos. Es terrible la posición de un antiplatónico que se asuma como rey filósofo.   
  
Alejandro Mantilla Q.
8 de octubre de 2012
   





[1]La cuestión Chávez”, El Espectador, 25 de septiembre de 2012.

domingo, 1 de julio de 2012

El Titanic de Santos




De la Locomotora al Titanic

Desde el inicio de su mandato el presidente Santos ha usado a la locomotora como la alegoría  que define los propósitos de su gobierno. Esa imagen no es una casualidad, desde el siglo XIX la locomotora es el símbolo del progreso capitalista que penetra en los territorios para generar ganancias. La irrupción del tren refleja el fin de la vida tradicional que le abre paso a la tecnología y al dinero.    Para un gobierno cuyo principal objetivo es la atracción de capital inversionista, la locomotora es una buena alegoría, especialmente porque la mayoría de la inversión extranjera que llega a nuestro país está enfocada a actividades que penetran en los territorios de campesinos, indígenas y afrodescendientes: la minería, los hidrocarburos, la infraestructura y los agronegocios.

Hace unos meses mi buen amigo José Antequera me recordó que otra buena alegoría del progreso capitalista es el Titanic, el barco de inmensas proporciones que pretendía cruzar el océano llevando lujos, riquezas y trabajadores. Esa inmensa nave es la alegoría del fracaso del progreso, pues el barco sucumbe al estrellarse con la naturaleza. La vanidad humana que construyó semejante aparato se vio humillada por un bloque de hielo que se le atravesó en el camino. Irónico. Una de las mayores muestras del progreso capitalista fue destruida por agua. El bloque de hielo que hundió al Titanic no era más que agua en estado sólido. El mismo líquido que se desvanece entre nuestros dedos puede acabar con un transatlántico cuando cambia de estado. Un iceberg es una buena alegoría para describir al movimiento popular.   

Entre prebendas y privatizaciones

El gobierno Santos encontró en su reforma a la justicia su propio Titanic. Esta iniciativa buscaba dos objetivos. Por un lado, buscaba generar beneficios jurídicos para congresistas y magistrados. Para los primeros incluía mayores garantías jurídicas, entre ellas la doble instancia en sus procesos, eliminación de conflicto de intereses al discutir ciertos proyectos de ley, e incluso su juzgamiento por un órgano congestionado que no podría investigarles como es debido. Los magistrados, a su vez, se vieron beneficiados con la ampliación de su período. Así el gobierno nacional quería premiar a un congreso que ha sido obediente con la agenda legislativa y asegurarse el respaldo de una rama judicial que en un primer momento planteó reservas frente a la reforma. En suma, Santos buscaba consolidar la coalición de “Unidad Nacional” para ganar mayor gobernabilidad; las prebendas, que incluían buenas dosis de impunidad para los congresistas eran el mecanismo más adecuado.   

En segundo lugar, la reforma insistía en la agenda privatizadora que ha rondado a la administración de justicia en las últimas tres décadas. Aludiendo a la necesidad de “descongestionar” la rama, la reforma pretendía trasladar funciones judiciales a abogados particulares y notarios, así como dar un andamiaje a los procedimientos de solución de conflictos en el marco de los Tratados de Libre Comercio firmados por Colombia.



Las fisuras en el barco de la “Unidad Nacional”

Y luego la historia conocida: el Titanic se hundió. Sabemos que la reforma llegó a los extremos en la conciliación, cuando se introdujeron los adefesios jurídicos que indignaron al país. Cuando esa indignación fue creciendo el gobierno intentó salvarse señalando la responsabilidad exclusiva del congreso. Los congresistas acudieron juiciosamente a hundir la reforma en sesiones extras, pero le cobraron al gobierno su falta de respaldo, no fue una casualidad que el Ministro del Interior recibiera  silbidos de los representantes cuando les agradeció su obediencia. 

No obstante, es claro que el gobierno también tiene responsabilidad política aunque haya querido lavarse las manos hundiendo la reforma. La actitud de los conciliadores no contravino al gobierno, más bien, ellos asumieron que tenían en sus manos la facultad de aprobar de leyes que les favorecieran. Como en las aventuras del buen soldado Švejk, se tomaron de manera literal las orientaciones del gobierno y terminaron por escandalizar al país.

El hundimiento de la reforma trae entonces dos consecuencias inmediatas. Los congresistas amenazan con abandonar la obediencia. Sienten que el gobierno los traicionó al dejarles la responsabilidad política de la reforma para salvar el prestigio del gobierno. Así la coalición de Unidad Nacional muestra graves fisuras. Por otro lado, se evidencia una indignación nacional que afecta tanto al gobierno como al congreso. Las encuestas publicadas ayer revelan una caída en la popularidad del presidente Santos que solo puede compararse, dicen los expertos, con la impopularidad de Samper durante el proceso 8000.

El gobierno buscó salvarse pero terminó hundiéndose junto a su frustrada reforma. 

El fantasma de la excepcionalidad: adiós al derecho, bienvenida la política

Una pregunta sigue rondando el ambiente: al objetar la reforma ¿el gobierno respetó la institucionalidad y la constitución, o la violentó sin tapujos? La pregunta surge porque el presidente no tiene las facultades constitucionales para objetar una reforma constitucional y porque el hundimiento no podría hacerse en sesiones extras.

Quienes consideran que el gobierno violó la constitución consideran que el remedio es peor que la enfermedad, pues los funcionarios públicos solo pueden hacer aquello lo que está permitido por la ley. Además, y esto es lo más preocupante, el presidente habría ganado facultades que reconcentran su poder. Como ha planteado Rodolfo Arango:

“Si las pretensiones inconstitucionales del presidente triunfan, los colombianos amaneceremos viviendo en un peor sistema político que el existente. El presidente habrá ganado una facultad constitucional más: la de oponerse a las reformas constitucionales aprobadas por el Legislativo. El régimen político presidencialista hará aún más poderoso al ya excesivamente poderoso presidente, algo parecido a un régimen monárquico, en franca contravía del régimen republicano, democrático y pluralista adoptado por la Constitución de 1991”.

Quienes justifican la actuación del gobierno acuden a razonamientos que desbordan el texto constitucional rozando con lo extrajurídico. Valga como ejemplo la tesis del siempre lúcido Rodrigo Uprimny:

"Junto con Miguel La Rota y José Espinosa… compartimos una regla interpretativa formulada alguna vez por uno de los mejores jueces de la Corte Suprema de Estados Unidos, Robert Jackson, según la cual, uno debe interpretar la Constitución de manera tal que evite convertirla en un “pacto suicida”. Por ello, si una interpretación de la Constitución conduce a resultados catastróficos, entonces es muy posible que esa interpretación sea jurídicamente incorrecta… Después de ese análisis, modifiqué mi primera reacción jurídica y considero que el Presidente puede objetar un acto legislativo".
Pareciera que Arango y Uprimny, dos juristas serios y democráticos, están en absoluto desacuerdo. Pero si analizamos con más profundidad, los dos comparten un punto: la salida propuesta por el gobierno implica salirse del derecho. Arango considera que el gobierno violó la constitución, asumiendo la excepcionalidad jurídica. Uprimny considera que la actuación del gobierno es viable jurídicamente porque permitía evitar un “pacto suicida”, así que una interpretación jurídica amplia tiene sentido como salida excepcional a la crisis.
En resumen, los dos coinciden en caracterizar la decisión como un recurso propio de la excepcionalidad, es decir, la ven una suspensión del derecho. Salvo que mientras uno de ellos censura esa salida, el otro la ve como una necesidad ante la crisis.
La suspensión del derecho explica la realidad de la coyuntura actual: cualquier salida a la crisis del gobierno Santos no pasa por los canales jurídicos, pasa por la cruda expresión de la política. Las tres salidas a la crisis no pasan por el derecho, pasan precisamente por su negación. Santos buscará agudizar la guerra para ganar la opinión pérdida. La ultraderecha encabezada por Uribe llama a una constituyente, retomando la propuesta del prófugo Restrepo. Un sector de los movimientos sociales ha planteado la revocatoria del congreso.
¿Cuál sería la salida más razonable?            
La propuesta de revocatoria del Congreso muestra varias limitaciones: 1) Podría habilitar el escenario de Asamblea constituyente propuesta por la ultraderecha. 2) Limitaría la responsabilidad política al Congreso, cuando la responsabilidad es del régimen en su conjunto. 3) Haría responsables a los parlamentarios que no apoyaron la reforma, situación que generaría obstáculos para la unidad de la izquierda.

Una agenda para la izquierda

El panorama político colombiano muestra que hay tres sectores en antagonismo: El gobierno de Santos y la coalición de Unidad Nacional, la Ultraderecha encabezada por Uribe, articulada en un “Frente contra el terrorismo” que será lanzado en unas semanas, y la izquierda política en conjunto con los movimientos sociales, en un amplio espectro que agrupa a Progresistas, el Polo Democrático, un sector del Partido Verde, Marcha Patriótica y Congreso de los Pueblos[1].

Cada uno de estos tres sectores mantiene antagonismos con los dos restantes, aunque se presenten reacomodos de segundo orden, como el ínfimo grupito llamado “Nueva Democracia” que  se saldría del Polo para unirse a Uribe (de todo se ve en la viña del Señor), o la torpe alianza de la CGT con Santos al inicio de su gobierno. Pero lo cierto es que estos tres sectores están en antagonismo, y que la unidad de la izquierda aún muestra preocupantes bloqueos.

A mi juicio, la mejor salida para la izquierda consiste en aprovechar la coyuntura de crisis política para profundizar posibilidades de unidad en un movimiento político amplio que agrupe a todos los sectores que no acompañan a Santos ni a Uribe. En ese sentido, la izquierda puede proponer una agenda amplia que reúna al menos tres puntos:

1)      La defensa del territorio: contra la minería, los agronegocios, y todo tipo de despojo.
2)      La defensa de los derechos sociales: una reforma a la salud, la defensa de la educación pública, un plan de vivienda basado en derechos y no en la caridad clientelista del Estado, trabajo digno y garantías sindicales, entre otros.
3)      El juzgamiento de todos los delincuentes asociados al gobierno actual y al gobierno anterior, así como el juzgamiento de todos los violadores de los derechos humanos.

Esa agenda para la izquierda  puede ser la base de los esfuerzos de unidad que ya se están tejiendo, así como la base programática de las movilizaciones sociales convocadas para el mes de octubre.

El Titanic va rumbo al colapso, la izquierda dispersa refleja el agua líquida que permite que siga flotando, pero su unidad puede generar un bloque de hielo que lleve al régimen al colapso.








[1] Por lo anterior, la realidad política actual no puede leerse con los viejos adagios de la “contradicción principal”. La buena dialéctica sigue escapando del simple juego de los opuestos. Es buena hora para volver a leer a Marx en El 18 brumario de Luis Napoleón.   

jueves, 19 de enero de 2012

Deleuze y los Hackers





‎"... en las sociedades del control, lo esencial ya no es una marca, ni un número, sino una cifra [...] El lenguaje numérico de control se compone de cifras que marcan o prohíben el acceso a la información [...] Las sociedades de control actúan mediante máquinas de un tercer tipo, máquinas informáticas y ordenadores cuyo riesgo pasivo son las interferencias, y cuyo riesgo activo son la piratería y la inoculación de virus".

(Gilles Deleuze, "Postscriptum sobre la sociedad del control", 1994).




miércoles, 18 de enero de 2012

Marx y la SOPA






En octubre y noviembre de 1842 el joven periodista Karl Marx escribió varios artículos sobre las propuestas de ley que se discutían entonces en la "Dieta Renana", un órgano legislativo local que complementaba la legislación nacional. Uno de esos artículos se ocupó de la propuesta de ley sobre el robo de leña.

Mientras los diputados de las ciudades no consideraban necesaria la penalización, los diputados de la nobleza impulsaban el proyecto afirmando que "precisamente por no considerar un robo la sustracción de leña, ésta ocurre tan frecuentemente". Ante esa tesis Marx respondía "Según esta analogía el legislador tendría que razonar: por no considerar un golpe mortal a las bofetadas son éstas últimas tan frecuentes, por lo tanto hay que decretar que una bofetada es un golpe mortal".

A pesar de la parodia, Marx tenía claro que la discusión iba más allá de la gramática. El punto central para la nobleza consistía en equiparar la recolección de leña suelta con el robo de árboles talados para beneficio privado:

"Desde la perspectiva que acaba de recomendarse, que ve en la transformación de un ciudadano en un ladrón una pura negligencia de redacción y rechaza como un purismo gramatical toda oposición contra ella, resulta evidente que la sustracción de leña suelta o la recolección de leña seca se subsume bajo la rubrica de robo y se pena de la misma manera que la sustracción de leña de árboles en pie".

Para Marx es crucial diferenciar entre el robo de leña y la recolección de leña suelta, pues son dos acciones diferentes que pretendían ser tratadas con el mismo rasero, gesto incongruente si consideramos que en la primera hay una acción violenta que produce la propiedad, mientras en la segunda encontramos una relación habitual que los campesinos de la zona habían practicado por milenios. Mientras el robo de leña con hacha es un atentado al propietario y al árbol, la recolección no afecta a nadie. Por lo anterior, Marx afirmaba:

"Y a pesar de esta diferencia esencial denomináis a ambos robo y los penáis como tal. Incluso penáis la recolección de leña suelta con mayor severidad que el robo, pues la penáis ya al declarar que es robo [...] Podríais haberla denominado asesinato de leña y haberla castigado como un asesinato".

Con brillante sutileza Marx asume dos operaciones: en primer lugar critica la injusta equiparación de dos prácticas abiertamente diferentes para penalizar a los campesinos en provecho de los nobles; en segundo lugar denuncia la argucia lingüística que denomina "robo" a una acción que no es más que el disfrute tradicional de los bienes comunes.

Nos falta aún la tercera operación, la más importante, que consiste en ir a la raíz, en cuestionar la noción de propiedad y su relación con el robo: "Si toda lesión de la propiedad, sin diferencia, sin determinación más precisa, es un robo ¿no sería la propiedad privada un robo? ¿Con mi propiedad privada no excluyo a todo terreno de esa propiedad, no lesiono, pues, su derecho de propiedad? ".

Hoy podemos aplicar el mismo razonamiento del joven Marx a propósito de la discusión de la S.O.P.A. (Stop Online Piracy Act) que discute por estos días el congreso gringo. 170 años después de los Debates de la Dieta Renana la situación se repite y los argumentos son los mismos. Los grandes hechos de la Historia universal se repiten al menos dos veces, lo decía Hegel, lo sabía Marx.

1) Los nobles pretendieron equiparar el recoger leña suelta con el talar árboles para robar la leña. Hoy algunos congresistas gringos pretenden que descargar un libro y compartirlo con una amiga, sea igual que hacer copias masivas de un libro sin permiso del autor para enriquecerse de manera fraudulenta.

2) Los campesinos del Rhin recogían leña suelta y seca para abrigarse; aunque lo hicieron por milenios, los nobles pretendieron denominar arbitrariamente esa práctica tradicional como "robo de leña". Los navegantes de la red descargamos y compartimos artículos, libros, canciones o películas para trabajar, educarnos o divertirnos, pero algunas compañías transnacionales buscan penalizar esa práctica inofensiva como un delito.

3) Lo más importante: las mismas compañías que reclaman el derecho a la propiedad intelectual de las creaciones son aquellas que se enriquecen con el trabajo intelectual de miles de autores, compositores, directores de cine, guionistas e intelectuales. Esas compañías son las que no pagan adecuadamente el esfuerzo de los creadores, generando una relación de explotación de los verdaderos autores, que en muchos casos pertenecen a la clase trabajadora. ¿La noción misma de propiedad intelectual no es similar a un robo que convierte en individual los conocimientos y las creaciones colectivas?

Si consideramos que los páramos, los ríos y los bosques son bienes comunes, ese título también lo merece el saber colectivo elaborado por las humanas y los humanos en su conjunto. A la humanidad le pertenecen esos bienes comunes, las corporaciones que se escudan en la propiedad intelectual solo buscan privatizar ese conocimiento y seguir explotando a sus verdaderos creadores.




La imagen de arriba fue elaborada por Gabriel Ramón Pérez (alias El Gabrie') quien aparece en la foto tomada por alguien más, con un niño que no sabemos si es su hijo, foto modificada en un programa elaborado por ingenieros que modificaron un programa anterior, elaborado por otros ingenieros que usaron un computador que tiene origen en los trabajos de Turing, quien se preocupó por estos temas tras leer un artículo de Gödel, quien criticaba a Russell... y así hasta Aristóteles, por lo menos.

domingo, 15 de enero de 2012

Estética y Política del Habitar (5) Sumisión al lenguaje

La miseria del lenguaje es otra señal de la ruina de nuestra era. Parece que la humanidad busca olvidar que el lenguaje es la fuente de la vida espiritual de la especie. Al igual que el espacio y la naturaleza, el lenguaje es susceptible de violencia.

El lenguaje humano expresa una condición que resume la clave primordial del materialismo: la base material/biológica de la especie posibilita elaboraciones espirituales que generan nuevas formas de vida.

Sabemos que la evolución llevó a que desarrolláramos una estructura anatómica de la laringe, la lengua y los músculos relacionados que nos permiten manejar con propiedad sonidos articulados;podemos pensar que esta capacidad llevó a la aparición del conjunto de nuestro pensamiento abstracto. Como lo subrayó Donald Davidson, todas las lenguas tienen un vocabulario finito básico, manejan conectivas lógicas (no, y, o, si… entonces) que permiten formar oraciones potencialmente infinitas, mientras la introducción de cuantificadores como “algún” y “todos” nos permite expresarnos sobre las entidades del mundo. Esos rasgos están incorporados en nuestro lenguaje diario y tienden a pasar desapercibidos, pero sin ellos no podríamos expresar nuestras creencias, no podríamos predicar propiedades de objetos, ni decir qué entidades pertenecen al mundo.

El lenguaje depende de nuestro cuerpo, pero nos lleva más allá, pues en nuestro lenguaje no solo se encuentra la base de la lógica, la ciencia y la filosofía, también habita la potencia expresiva de nuestro pensamiento reflexivo que nos permite hacer juicios y compartir un mundo común.

Por eso sin lenguaje no hay realidad social humana. Como bien lo ha mostrado John Searle, buena parte de los pensamientos humanos dependen del lenguaje o de símbolos ligados a él exclusivamente, pues buena parte de las instituciones propiamente humanas reflejan hechos dependientes del lenguaje. No hay modos prelingüísticos para referirnos a cuestiones tan diversas como el gobierno, el deporte, la propiedad, la religión, la ciencia o el arte. Solo los humanos tenemos una realidad social institucional posibilitada por el lenguaje.

Nuestra capacidad lingüística incluso parece ir más allá del lenguaje articulado al que se refiere Davidson. Los humanos mostramos una serie de conductas que desbordan la formulación proposicional para expresar la diversidad de acciones propias de las formas de vida humana, entre ellas fabricar un objeto de acuerdo con una descripción, relatar un suceso, establecer hipótesis, hacer operaciones aritméticas, rezar o saludarse. Así “hablar el lenguaje forma parte de una actividad o de una forma de vida”, como lo afirma, aludiendo a los anteriores ejemplos, Wittgenstein en el parágrafo 23 de las Investigaciones filosóficas.

Los humanos somos animales lingüísticos que habitamos el lenguaje. Somos animales racionales, éticos, ceremoniales, metafísicos, lógicos, pero ninguno de los anteriores adjetivos podría formularse sin nuestra condición de habitantes del lenguaje.

En nuestra época dos enfermedades carcomen la riqueza del lenguaje. El primer padecimiento reduce su riqueza a la simple condición de mero instrumento al servicio de intereses particulares. El lenguaje se limita a la comunicación, al planteamiento de expresiones locales que excluyen al resto de los humanos; a cada comunidad un lenguaje, a cada tribu una colección de símbolos. La segunda dolencia lo entiende como un material dúctil que puede ser manipulado y cercenado hasta hacerlo ilegible; el reino de la abreviatura, la vulneración de la gramática, el reemplazo del soneto por el icono. La lengua pasa a ser un mero reflejo de pestañeos instantáneos sin continuidad. Un lenguaje instantáneo, deteriorado, que no busca perdurar.

El deterioro y la exclusión son claves de violencia contra el lenguaje, son prácticas de profanación y blasfemia, pues solo en el lenguaje habita lo sagrado.

No es casual que las mejores anti-utopías del siglo XX trataran sobre regímenes despóticos que violentaban el lenguaje. En 1984 de Orwell las proposiciones verdaderas mutaban en falsas, mientras el rigor de los conceptos era trastocado para que el soberano prevaleciera; el ministerio del amor se encargaba de las torturas, mientras “la guerra es la paz” era un lema oficial del Estado. Las frases articuladas eran reemplazadas por burdas abreviaturas: el “ministerio de la verdad” pasa a llamarse “minverdad” (a propósito ¿sabe usted cuáles son las direcciones electrónicas de los ministerios colombianos?). En Farenheit 451 los organismos de seguridad persiguen a los lectores y queman los libros para que la gente no se distraiga de las pantallas.

Los Regímenes autoritarios amputan las palabras con la censura, los Estados totalitarios manipulan el lenguaje; las sociedades del control de nuestro tiempo violentan el lenguaje de otra manera, aunque permiten el libre fluir de la expresión, banalizan el rigor de la proposición y anulan la fuerza actuante de quien habla. La miseria lingüística es miseria política.

Debemos habitar asumiendo nuestra sumisión al lenguaje para recomponer la vida humana que posibilita. En Farenheit 451 los militantes de la resistencia abandonaron sus nombres para llamarse como los libros que memorizaron; una táctica extrema pero necesaria para resguardar el saber milenario. En 1942 Sophie Scholl fue asesinada por los nazis por escribir en unas octavillas una proposición verdadera: "Hitler es un asesino de masas".

Toda forma de resistencia es una manera de habitar el lenguaje.


miércoles, 4 de enero de 2012

Estética y Política del Habitar (4) Cincelar el espacio, enfrentar a los vándalos



Las señales que nos anuncian la ruina de nuestra época evitan el Habitar. La violencia contra el espacio, la aceleración de la vida, la estética del deterioro, la miseria del lenguaje, la anulación de lo común y la dificultad de forjar nuevas tradiciones, son rasgos que remiten a la elusión del Habitar humano.

Habitar, un término que remite a ocupar un espacio, a forjar hábitos, a establecer relaciones con los humanos y la naturaleza, a procurar generar lo perdurable. Es preciso mantener el verbo en infinitivo pues es una acción que se pretende permanente.

Habitar un espacio implica fundirse con él, trabajarlo, darle forma; la negación del Habitar es la violencia contra el espacio. Violentar el espacio es pretender evitarlo, también es generar espacios-basura, residuos inútiles que vulneran la naturaleza. Se olvida a menudo que la selección natural no solo modifica los organismos vivos, también cincela el espacio: un animal devora un fruto silvestre para dejar la semilla en otro lugar donde nacerá una nueva planta; los pájaros, las abejas, el viento y el agua actúan como polinizadores naturales que expanden los alimentos y modifican los territorios. Algunas plantas lograron que sus semillas se hicieran resistentes a los jugos gástricos de los animales para expandirse genéticamente aunque fueran digeridas. La selección natural también implica la evolución del espacio, darle forma, esculpirlo; la evolución genera un proceso que biólogos evolucionistas como Richard Dawkins denominan arquitectura ascendente, aquella que permite construir la vida misma y los organismos, mediante un autoensamblado donde no hay ni arquitecto, ni líder, ni coreógrafo, más bien hay organismos que obedecen reglas locales para autoensamblarse y a su vez darle forma al espacio.

Los humanos, gracias a la selección artificial, también cincelan el espacio. Viajan para poblar el planeta, recogen frutos que luego serán semillas en otros lugares, siembran plantas seleccionando las mejores simientes, domestican animales (aunque Richard Dawkins tiene la interesante hipótesis de que los perros se domesticaron por su propia iniciativa) e incluso los cruzan para hacerlos más fuertes, usan los bienes de la naturaleza para forjar su vivienda y su transporte. Ese proceso está lejos de la armonía pues la evolución no es equilibrada, está más cercana al caos que al equilibrio. El punto crucial radica en que Habitar implica establecer relaciones con el entorno, mientras la violencia contra el espacio busca dominar el entorno; esa es la renuncia a Habitar.

La acumulación ampliada de capital se configura como violencia sistemática contra el espacio. La naturaleza se comprende como objeto a dominar y no como un complejo de criaturas con las que entablamos relaciones (de ello advierten Adorno y Horkheimer en la Dialéctica de la Ilustración). Los bienes de la naturaleza pasan a ser recursos, los valores de uso pasan a ser valores de cambio. La acumulación de capital inutiliza el espacio vivo que forjaron durante millones de años los organismos vivos anteriores a los humanos y que por milenios perfilaron los indígenas y campesinos del planeta.

Valgan algunos ejemplos: el monocultivo de palma de aceite en Malasia está agotando la tierra cultivable del país, mientras en Indonesia genera quemas que aumentan las emisiones de dióxido de carbono que contribuyen al cambio climático. La minería a cielo abierto que avanza en América Latina retira la capa vegetal de territorios extensos, remueve toneladas de tierra y agrega mercurio y cianuro al agua para obtener unos cuantos gramos de oro, plata o cobre.

Así la tipología del Habitar de Benjamin y Brecht se altera profundamente. La cuestión no radica en que las pautas dominantes del habitar generen que el mundo deje de ser habitable. Más bien se abandona la pretensión misma de Habitar. Podemos pensar que el Habitar como huésped, el de aquel que no asume responsabilidades, vence al habitar co-pautante, pero es más correcto sostener que el huésped le ha abierto paso al inversionista y al turista. El inversionista, aquel individuo que ocupa territorios como quien exprime el jugo de una naranja para dejar un flaco residuo de humanos y bienes naturales. El turista va de paso consumiendo espacio y comprando la experiencia de transitar casualmente por los territorios ajenos tratando como souvenirs los objetos sagrados de las culturas nativas. Ambos son personajes que profanan y violentan el espacio, son la negación del Habitar.

Benjamin y Brecht nos hablan de los vándalos que destruyen y consumen habitando, pero es preciso ser más radicales: los vándalos no habitan, los vándalos consumen, profanan, inutilizan, destruyen, pero son incapaces de Habitar.

La política del Habitar implica muchos retos. Ocupar los territorios, re-ocupar los espacios violentados, relacionarse con el entorno, enfrentar a los vándalos y cincelar el espacio. La política del Habitar es practicada por millones de hombres y mujeres alrededor del mundo, campesinos, campesinas, indígenas y afro en su mayoría. Nosotros, solo le damos un nombre (más) a esa praxis colectiva.



martes, 3 de enero de 2012

Estética y Política del Habitar (3) Giorgio Colli, Violencia contra el espacio




“«Cuánto menos deba uno esforzarse tanto mejor» El ideal moderno: la pereza. Pero solo se posee y se disfruta aquello que se conquista. Especialmente peligrosa la tendencia moderna a falsear y reducir las distancias espaciales y temporales. Lo primero se consigue con las máquinas: comúnmente, se reduce el tiempo para recorrer ciertas distancias, o bien se ofrece un sucedáneo de la presencia simultánea en lugares diversos. El espacio, con su estructura, es un dato insuperable, es naturaleza: como no se puede eliminar, se violenta”.

(Giorgio Colli, El libro de nuestra crisis, p 29).

Estética y Política del Habitar (2). Kraus y Wittgenstein: respeto por la naturaleza, sumisión al lenguaje.

En la novedosa lectura de Jacques Bouveresse sobre la obra de Wittgenstein, se resalta la desconfianza y el pesimismo del filósofo vienés en torno a su época. Valga al respecto una anotación de 1947:

“La visión apocalíptica del mundo es, rigurosamente hablando, aquella según la cual las cosas no se repiten. No resulta insensato creer, por ejemplo, que la época científica y técnica sea el principio del fin de la humanidad; que la idea del gran progreso sea una ilusión que nos ciega, al igual que la idea del conocimiento completo de la verdad; que en el conocimiento científico no hay nada de bueno ni de deseable y que la humanidad que se esfuerza por alcanzarlo se precipita en una trampa. No es para nada claro que lo anterior no sea cierto”.



Ese tono apocalíptico fue adelantado por Karl Kraus, el solitario redactor de la revista Die Fackel(“La Antorcha”). Como señala Bouveresse, para Kraus la guerra mundial de 1914 representó el triunfo de la técnica, ese rasgo de nuestro tiempo cuyo núcleo radica en su carácter bélico. La técnica representa una violencia contra la naturaleza que amenaza la supervivencia de la humanidad misma, para Kraus: “El alma ha sido desposeída por la técnica; esto nos hace débiles y belicosos. ¿Cómo hacemos la guerra? Aplicando nuestros antiguos sentimientos a la técnica”.


(Valga anotar que por la misma época el filósofo Franz Rosenzweig proclamaba con tonos de denuncia, que la guerra mundial podía leerse como el cumplimiento de la dialéctica de la Historia universal y no como su desviación. Leer a Hegel al pie de la letra implica asumir que la devastación bélica es resultado de la recta marcha metafísica de la Historia como Progreso; de ahí que nos planteara la necesidad de un Nuevo Pensamiento (Neues Denken) que sustraído de la Razón Histórica pueda juzgar la catástrofe desde el Yo individual. Aunque se olvide, la crítica heideggeriana a la técnica como realización de la metafísica ya había sido adelantada por las reflexiones de los judíos Kraus y Rosenzweig).

Para Kraus el Progreso es un proceso autónomo y ciego, que se desarrolla al margen de la humanidad y en contra de ella. El progreso refleja violencia contra la naturaleza y contra la humanidad, violencia que solo es comparable con el daño cotidiano infligido contra el lenguaje. Concebir al lenguaje como simple instrumento adaptable a las necesidades del hablante es síntoma de decadencia; el lenguaje debería comprenderse como un amo digno de respeto, no como un instrumento dúctil a los intereses particulares. Es preciso entonces asumir una nueva actitud: el respeto a la naturaleza y la sumisión al lenguaje.

Wittgenstein y Kraus. Respeto por la naturaleza, sumisión al lenguaje, crítica del Progreso y rechazo a la violencia de la técnica. Ambos asumen la grandeza de permanecer en su lugar evitando las falsas promesas del movimiento que conduce a la catástrofe. Esa permanencia no implica el sedentarismo y la quietud, bien sabemos que Wittgenstein era un emigrado en movimiento constante; la permanencia radica en habitar la naturaleza y habitar el lenguaje.

(Las notas están tomadas de Jacques Bouveresse, “Wittgenstein. El progreso, la modernidad y la decadencia”, p 99 y ss).