martes, 6 de noviembre de 2012

Obama y Ordoñez, dos elecciones, tres lecciones


Cada cuatro años, en plena campaña electoral gringa, una firma encuestadora se dedica a hacer la pregunta usual: ¿por quién votaría usted para la presidencia de Estados Unidos?  Lo peculiar de la pregunta no es su contenido, sino su contexto, pues esta firma no interroga a los ciudadanos estadounidenses, sino a los habitantes de otras latitudes. La encuestadora se dedica a preguntar por las preferencias electorales de quienes no pueden votar en dichas elecciones. La expansión de las redes sociales ha permitido algo similar. En las últimas semanas los ciudadanos de todo el mundo han mostrado sus preferencias electorales, aunque la mayoría de las opiniones no cuente para nada, pues no las emiten votantes efectivos sino meros simpatizantes entusiastas. 

Un rasgo curioso de esas opiniones entusiastas pero inútiles lo encontramos en la división de los activistas de izquierda. Los más cercanos al centro liberal no dudan en calificar a Obama como un hombre progresista que promueve políticas que bien merecen su defensa, entre ellas, la despenalización del aborto, la igualdad de derechos para las parejas del mismo sexo, la promoción de la equidad en salud, la lucha contra el cambio climático y una política intervencionista para paliar los efectos de la crisis económica. Los partidarios de la izquierda radical tienen una actitud bien diferente, pues consideran que las diferencias entre Romney y Obama no son decisivas, afirman que la política exterior de ambos conserva los viejos tintes imperialistas y que el manejo macroeconómico sigue beneficiando a las grandes empresas estadounidenses, como lo ha evidenciado el salvavidas arrojado a los grandes bancos y el apoyo a General Motors y Chrysler. 

¿Cuál debe ser la actitud del izquierdista radical? Una respuesta desestabilizadora fue formulada por Slavoj Žižek. Para él, la izquierda debía tomarse en serio a los extremistas de derecha por encima de los demócratas liberales: “A pesar de que, por supuesto, en cuanto al contenido de la mayoría de los temas debatidos, un izquierdista radical debe apoyar la posición liberal (a favor del aborto, contra el racismo y la homofobia, etc.) jamás hay que olvidar que el populista fundamentalista, y no el liberal, es a largo plazo nuestro aliado”[1]

Precisamente, lo que la izquierda radical debe evitar es la reducción a uno de los dos polos de las exigencias de los movimientos progresistas, el reto consiste en imaginar las posibilidades concretas de vinculación de tales demandas. 

Lo anterior cobra sentido por dos razones: 

En primer lugar, los votantes afectos a la ultraderecha tienden a pensar como los viejos militantes de izquierda radical. Curiosamente, hoy los populistas de derecha tienden a preservar la vieja noción de antagonismo abandonada por la izquierda liberal. Mientras el grueso de la socialdemocracia europea y los Demócratas estadounidenses tienden a basar sus programas en temas como la lucha ambiental, antirracista y antisexista, la derecha conservadora, insiste (¡oh sorpresa!) en el escenario de la lucha de clases. Para Žižek, la mayoría de los electores afectos a la ultraderecha contemporánea son obreros y trabajadores pobres que rechazan las políticas liberales de la diferencia, y quienes leen las consignas feministas y antirracistas no solo como una amenaza inmoral a su modo de vida, también como consignas que no les pertenecen. (Expuse las tesis de Žižek con mayor detenimiento en mi escrito "La revolución en los tiempos de la tolerancia", de donde tomo algunos apartes http://www.rebelion.org/docs/76511.pdf). 

En segundo lugar, si los debates políticos contemporáneos se centran en temas como la inmigración, las parejas gay o el calentamiento global, esto se explica gracias a dos fenómenos: el desplazamiento de lo económico a un saber técnico-objetivo y la “naturalización” de los debates políticos. En los debates públicos se habla cada vez más de temas “naturales” como el medio ambiente o los orígenes étnico/nacionales de los individuos, y menos de los temas ligados a la política económica. Por eso las diferencias entre Romney y Obama son diferencias pospolíticas, pues dejan de lado la discusión sobre los puntos nodales que en nuestro tiempo definen lo político: las dinámicas puntuales de la acumulación de capital. 

La tesis de Žižek es atractiva, pero débil, pues tiende a entrar en contradicción. Aunque afirme que la izquierda radical debe evitar la reducción a uno de los dos polos de las exigencias de los movimientos progresistas, de facto le da mayor peso al polo económico. En segundo lugar, el debate Obama-Romney sí marcó distancia en los temas económicos, así que su tesis ya no es tan pertinente. En tercer lugar, si algo nos ha mostrado la ecología política, es que la discusión sobre el medio ambiente y el cambio climático no se puede desligar del examen de las actividades de las grandes empresas capitalistas.   

Por último, lo más importante. La posición del esloveno nos llevaría a tomar decisiones contraintuitivas. Un buen ejemplo es el procurador Alejandro Ordoñez, reconocido misógino, homofóbico y tradicionalista. Hace un par de semanas Ordoñez se solidarizó con la huelga de los trabajadores de Asonal judicial y en otras ocasiones ha protegido los intereses de sindicalistas y los derechos de los trabajadores. Pareciera que Ordoñez es el típico fundamentalista que se preocupa por las clases trabajadoras y que rechaza los excesos liberales en nombre del tradicionalismo popular. ¿Debemos ver a Ordoñez como nuestro aliado a largo plazo? CLARO QUE NO...

Me parece que la reelección de Obama y la probable reelección de Ordoñez como Procurador nos exigen repensar los términos del debate político, pues las imaginaciones de la política lacaniana del acontecimiento no nos llevarán a buen puerto. Al respecto quiero sugerir tres puntos.

En primer lugar, quiero destacar la noción de "campo de incompatibilidad", introducida por el filósofo británico Peter Strawson. Cuando utilizamos un determinado predicado trazamos un límite para dar a entender que un objeto se encuentra de este lado de la línea divisoria y no del otro, ya que con la predicación clasificamos-comparamos y distinguimos un objeto. Por lo anterior, Strawson afirma que la determinación de una predicación no consiste en que el predicado sea diferente de todos los otros predicados, sino que mediante el predicado el objeto se diferencie de otros en un campo determinado. Strawson llama a lo anterior campo de incompatibilidad pues si yo digo: “esto es rojo”, eso implica que no es amarillo, ni gris, pues estos predicados entran en el mismo campo de incompatibilidad; si digo “esto es rojo”, el predicado rojo no entra en el mismo campo de incompatibilidad del predicado, “duro”, “anguloso”, o “áspero”. 

Aunque técnicamente la analogía no funcione plenamente, esta noción me parece clave para pensar la política, pues las oposiciones antagónicas cobran sentido en campos de incompatibilidad concretos. Puedo apoyar a Obama frente a la despenalización del aborto, pero oponerme a él en materia de política exterior, así como puedo coincidir con Ordoñez en el paro judicial pero oponerme en todos los demás campos de incompatibilidad. Asumir que nos adherimos a las figuras políticas en bloque, sin detenernos en cada campo de incompatibilidad, puede llevarnos a perder reflexividad y prudencia. 

En segundo lugar, merece la pena retomar la noción gramsciana de Hegemonía. La clave de la victoria de Obama u Ordoñez no radica solamente en las decisiones que puedan tomar, sino en las ideas y valores que representan. La victoria de Obama es un respiro para quienes temían el retorno de esa inestable suma de fanatismos que agrupa a los libertarianos neoliberales frenéticos, a los pastores evangélicos y los integrantes del Tea Party. Este es un punto para los liberales adictos a Obama. 

La tercera lección es la "apelación al contexto". Aunque la izquierda liberal colombiana o latinoamericana pueda celebrar la victoria de Obama por los valores progresistas que defiende, lo cierto es que el contexto en el que vivimos no nos permite mayor satisfacción, pues tales valores progresistas solo beneficiarán a la población estadounidense. Podrá legalizarse el matrimonio gay y despenalizarse el aborto, e incluso podrá mejorarse la cobertura en salud, pero al mismo tiempo se aplicará con rigor el TLC, y se expandirán las bases militares en América Latina. Un bombardeo efectuado por un avión no tripulado manejado por un operario gay con un buen seguro de salud, sigue siendo un bombardeo. Este es un punto para los radicales de izquierda que critican a Obama. 

La gran dificultad que vive la izquierda contemporánea radica en cómo conjugar las demandas por redistribución económica con las demandas por reconocimiento moral, como bien lo ha planteado Nancy Fraser. No obstante, a esas demandas deben sumarse dos: la apuesta política por la soberanía de los pueblos y la defensa del ambiente. Aunque el programa de la izquierda deba contener los cuatro tipos de demandas, ellas solo cobran solidez en campos de incompatibilidad precisos y contextos determinados; es allí donde se juegan tanto el antagonismo como la acción efectiva. 



[1] Žižek, Slavoj, La suspensión política de la ética, Buenos Aires, Ed. FCE, 2005, p 77.



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